viernes, 24 de febrero de 2012

Volviendo

No hay nada más triste que esta mañana
Es sin dudas la mañana más triste del mundo
en la historia mundial.
Fría como un cuchillo que nos atraviesa sólo a nosotros.


Alguien siente inexorablemente que su vida
se estrella contra un vidrio, como el de aquel comercio de mierda,
gris e insulso como el cielo.


La piedad, la lástima,
que tanto hicieron falta alguna vez
hoy se derrumban como platos soperos
rompiéndose justo en nuestras cabezas,
haciéndonos llorar más de lo que podemos.


Rebalsan lágrimas y angustia por nuestras caras
hinchadas cual tomates,
y sentimos que la vida se sostiene por delgados hilos
casi invisibles.


Si sentís que podes ser y hacer algo más,
te aferrás a tus manos, artífices de vida,
ejecutoras de ideas.
A tu mente, a tus labios, que derraman palabras
siempre justas en los momentos precisos


Fuiste proveedor de sueños desconocidos,
y así fuiste ajeno a la felicidad
que supiste engendrar, como artesano, orfebre,
celoso custodio de la paz que dan las sonrisas
en los días, en las noches rodeadas del cariño que contagiás.


Cultor de la claridad, creador, te fuiste para mis ojos
en esa pintura que era tu cara sonriente mirando desde el balcón
a los autos correr por la avenida del barrio,
en esa noche salpicada de estrellas,
cuando hablamos y vaciamos tantas veces nuestros vasos.
Vasos de vidrio y vasos sanguíneos, porque en esas noches
dejábamos la sangre, dejábamos todo lo nuestro sobre la mesa,
a ver quién contaba más y quién sabía escuchar mejor,
quién, frente a todos, depositaba el corazón en el centro
como quien suelta la de cuero para un picado porque se sabe entre amigos.


Poeta:
son amarillas y amarronadas las hojas cortantes y gruesas
de tus libros, los que siempre ofrendabas a quien tuviera ojos para leer
y querer. Y me acuerdo que se perdió un cuaderno amarillento
por entre las plantas y mozaicos de nuestro balcón, todos preocupados
y a vos ni te importó, porque ya alguien lo va a agarrar.


Poeta:


Te fuiste pero te buscamos,
si nos dicen en el barrio, la gente y los lectores,
los dueños de esos comercios tan lindos, tan bien puestos,
que tu cuerpo aún se mueve por sus calles, encorvado
y hundido, pero vivo, que se habrá ido tu alma a ver más allá
de las fronteras pero que estás dando vueltas por acá.


Para recordarte, volqué un montón de ideas
a licuarse entre ellas,
y las tiré en una hoja cortante, gastada,
a que te invoquen por los aires
y así vuelvas, como si el último balcón hubiera sido ayer.

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