domingo, 4 de marzo de 2012

El mágico duende del Bajo Belgrano (para Ariel)


Ese borracho,
te dicen.
Incomprendido,
Incontrolable,
Cuántos apelaron al guadañazo
Para seccionarte los tobillos y amputar la magia.
Borrachos estamos nosotros: borrachos de fútbol,
el de tu cosecha, añejo. Ebrios y felices por haber bebido
20 años de tu creación.

Necesita ayuda,
dicen los que sólo festejan goles
pero les cuesta conmoverse con tu arte,
irse a casa con una dosis de tu juego
y poder dormir contentos como muchos de nosotros.

Si Caniggia es el hijo del viento,
vos sos el de la alegría, la sonrisa, la fiesta hecha fútbol,
el fútbol hecho celebración, no combate.
Y ese quiebre de caderas es hijo tuyo, cada una de tus gambetas
es hija tuya, cada caño lo es,
cada cambio de ritmo.
Cada óle de la Sívori.

Donde haya un arco, estarán tus pies.
Donde ruede una pelota, cualquiera,
se verá tu botín.
O jugarás en patas y nadie se deberá sorprender.

Cualquier música le queda bien a tus bailes,
cualquiera es víctima de tus pasos cuando bailás sobre la redonda
y cortás el aire con la cintura y tu melena de 38 años.

Rebelde para los sabios del pizarrón;
generoso, trajiste tu talento norteño hasta Alcorta y Udaondo
y te forjaste como un guapo del Bajo Belgrano.

Cualquiera se embriaga de fútbol con vos,
Cualquiera pasa de largo: ni jugador ni pelota.
Pero un solo traje te queda bien en la pista de baile.

Nosotros quisiéramos ocho, 10 tribunas, y no cuatro,
para poder ponerle a cada una un nombre y recordarte
en los tablones junto a Enzo, Beto, Amadeo, Angelito,
Ramón y varios más.

Te fuiste cual suspiro,
como por arte de magia, para variar.
Desapareciste como un duende mítico,
por los bosques o las calles del barrio monumental.
Pero a los más chicos hay que contarles que fuiste, que sos
real.
Te fuiste como te ibas por las bandas, contra el corner,
amasando delicias con la suela para paladares refinados,
haciéndole caricias únicas a la pelota,
para que el Coloso del Río de la Plata se derrumbara de locura,
de amor por los colores del único traje que te calza bien.

Te fuiste moviendo la varita pero seguís en el barrio.
Recorre las calles del Bajo un mito urbano:
habla de un duende mágico del Norte
vestido de rojo y blanco que baila como ningún mortal.

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