viernes, 16 de marzo de 2012

Un tipo

El artista es un tipo sensible
un alma sensible
que se conmueve con las simplezas
que a nadie importan.

No harás abuso del poder que se te fue dado”,
parece decir por dentro ese hombre
que enfundado en sobretodo
se detiene por un rato ante un cartel de campaña,
antes de ir a buscar otro café y un diario
para enrollar bajo un brazo.

Llueve suave en Avenida Corrientes,
donde todos se miran a los ojos entre sí esta vez,
todos se hacen preguntas,
ya nadie mira sus zapatos.
Lluvia tímida hace cosquillas al asfalto.

El de sobretodo piensa que es el único
que se pregunta por qué hacemos lo que hacemos.
Sabe que más de una vez fue de esos
que explican todo y a todo le dan un por qué.

Como guiñándole un ojo a lo lejos al cartel,
se aparta y le dice mentalmente:
No lleves la discusión a un terreno que no te conviene”.
Guiño.
Pero otra vez a lo auténtico, y a mirar ahora sí los zapatos,
por un segundo. Y a recibir la lluvia, algo más fuerte.
Piensa que le gustaría tener el talento para la música,
y que preferiría estar transpirando en una selva de El Salvador
(tocando algo, alguna melodía repica en sus sienes).
Siempre quiso viajar,
¡si yo siempre quise viajar!, se jacta, “¿qué hago acá?”,
agrega. No sabe si reír un poco o rezongar bastante.
Le gustaría tener una personalidad de acero.

Se le ocurre que la eternidad puede ser una tortura,
por eso la muerte es un catalizador tan grande, intenso.
Es todo tan frágil, como la vida.
Y encima, por suerte o desgracia, no hay iluminados,
no hay notables marcando caminos.
Tampoco hay solución, la solución no existe,
y ese quizás sea el mayor problema,
o el mayor ahorro de energía.

Se tranquiliza, deja Corrientes,
la lluvia, la calle, vuelve a la cucha,
porque recordó que había salido hacia el trabajo
y al trabajo renunció.
Respira aliviado.
Vuelve a la cucha,
donde escribirá algo sobre la muerte
y planificará un viaje, no sabe adónde.
Después, una taza de café, un whisky, una película,
algo así.

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