lunes, 29 de septiembre de 2014

Hora de almuerzo

Los codos junto a los codos
de los de al lado,
que también son trabajadores cansados.
Azulejos blancos, manteles permeables,
paneras de mimbre,
vino, soda, carnes, guisos,
ravioles, no hay postre.
Ni tiempo.

Relojes de pared, sonoros,
plásticos y de madera porosa,
dictan un ritmo constante,
veloz, molesto, y que recuerda:
hasta aquí, nomás.
No más.

Los codos se chocan con los codos,
el ruido habla más que las palabras,
la espalda se tuerce hacia los platos,
los relojes son más veloces que los momentos.

Se extingue el ocio,
risas aisladas, ecos de lo que fue hasta recién.

No hay un día que termine, sino una tarde por delante.

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