lunes, 16 de marzo de 2015

Fotos, retratos, y otras fantasías

Encapsulados en una isla.
Discusiones sin demasiado sentido en un muelle,
mientras el río golpea sin mucha fuerza en la escollera de cemento y piedra.
El cielo se cierra, se hunde y encorva, gris, negro, violento
La pared descascarada lo mira a él, que cree mirar,
cree ser quien mira...
Encapsulamiento insular.

Porque todo es o parece tristemente una representación
una mera ilusión... o una caricatura
que ni siquiera bosquejamos pero que nos fue entregada
y recibimos gustosos.
Si nadie nos ve, ¿la experiencia no vale?
¿Existe lo que no es percibido y/o juzgado?

Vale menos la experiencia que la anécdota,
que la etiqueta,
la marca de agua que nos precede, nos excede
y nos verá pasar.

Un retrato, una foto,
algún sello de identidad,
que al ser revelado,
al desnudarse,
pone al descubierto
soledad y vacío,
envueltos en las ropas
de la satisfacción,
de la plenitud...
de la autocomplacencia
y la búsqueda externa de complicidad y aprobación.

Cuando las palabras no hacen eco...
o lo hacen pero no en la forma de un sonido agradable,
sino de un ruido apenas soportable.
Cuando no se encuentran entre sí,
o cruzan por caminos intrincados, laberínticos,
infranqueables...

Es menos lo que saben algunos sobre lo que quieren
que sobre lo que quieren para su retrato.
Es menos lo que saben algunos sobre sí
que sobre el retrato que se fabrican.

Y así, todo puede en un momento reducirse a la voluntad
de generar la capacidad
para desarrollar una cápsula que envuelva,
cuando sea necesario cortar con las amarras
que desde afuera tensionan los músculos.
Y por un rato sacarse el cerebro,
para que no moleste.

Somos tan chicos
frente al mundo,
frente a la cultura,

frente a las fantasías y los mitos...