jueves, 10 de septiembre de 2015

Múltiples estímulos

Se llega al fin de la tierra,
donde todo se sintetiza,
y enseguida todo vuelve a comenzar,
con grandilocuencia,
en forma magnánima,
sin descanso ni respiro.
Torbellino.
Cuando la ciudad deje de ser ciudad...

No busques una respuesta para todo.
Es lo sabio,
y lo que se dice cuando la fatiga se posa
en la frente, en el marco de los ojos,
en los antebrazos.
Y el sol se desploma con vértigo sobre la tierra.
Fatiga neuronal.

No caer en sentencias obvias.
Ante la duda, recostarse sobre la seguridad y el magnetismo de otros.

Es el descanso del guerrero,
la fiebre del ocaso.
A uno mismo: “algo que te limpie el cerebro...”, solo eso.

Las cosas que pasan cuando uno se va a dormir...

La luz se ausenta.
O se presenta como mito, o rumor.
El reloj sin arena...

La electricidad. Las palabras...
las palabras, por encima de todo.

El reposo en recreo sensorial.
Parado en la frontera,
igual que los sentidos.
Sinestesia.

En la eternidad de un limbo,
ni dulce ni amargo,
solo aéreo y etéreo.

Ese sonido hipnótico
que no se parece a nada.
Lucecitas de colores, alternadas,
como en una feria.
Telepatía, fumando pipa.

Los ojos sobre los ojos de una foto.

Una aguja perfora el fondo del mar.

Ellas son
un oceáno
y un río.
Un río informante...

Una montaña cortada por una nube.
Una montaña en un castillo.

En un valle,
en las rocas de un valle.
Y en la orilla.

Sentí el olor a mar,
cómo arde el pavimento abajo,
cómo vuela la tierra ahí,
cómo se desploman las estrellas en caída libre,
cómo se desinflan las nubes delgadas a lo lejos.