Los ojos
llenos de efervescencia,
burbujeantes.
Sus
pómulos, palpitantes…
más hacia
afuera que hacia adentro.
Una lámina
de odio
en su
interior,
en algún
lugar de su ser.
Del otro lado
la cabeza de un chico asoma detrás de un arma.
Un ojo entornado.
Acá la tierra
ya está mojada,
se dijo.
Decir algo solo
para tapar el silencio,
pensó.
Qué error.
Si pudiera
parar el viento,
imaginó el
chico,
sin aflojar sus
brazos…
sus pequeños
músculos, tensionados.
Sabe lo que es
tensionar y tensionarse…
caminar por los
bordes,
ver el abismo a
cada rato.
Ahí, donde la tierra ya estaba mojada,
se pide menos vértigo y más piedad.
Ahí, donde la tierra ya estaba mojada,
se pide menos vértigo y más piedad.
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